La Casa del Viento y La Bella Peregrina: una leyenda oculta en el Evangelio de Aradia.
- Noctarca AM
- 29 jul
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En lo alto de las colinas que rodean Volterra, Italia, aún se recuerda el nombre de un lugar cargado de misterio: La Casa del Viento. Bajo ese nombre se oculta una de las leyendas más fascinantes del Evangelio de Aradia, el texto recopilado por Charles G. Leland a finales del siglo XIX, donde se entretejen fragmentos de antiguas creencias paganas, ritos olvidados y relatos de resistencia espiritual. Dentro de esta obra, La Casa del Viento no es solo un escenario; es el testimonio de un poder ancestral que desafió al orden religioso de su tiempo y dejó huella en la memoria popular.
Una casa marcada por los dioses
Según el relato recogido por Leland, en la subida hacia Volterra existía un pequeño palacio habitado por una familia noble. La madre, devota católica, había prometido consagrar a su única hija a la vida monacal. Sin embargo, al crecer, la joven se rebeló contra ese destino y expresó su deseo de casarse y vivir libremente. Esa rebeldía desencadenó una cadena de acontecimientos que la conducirían a un camino prohibido para la fe cristiana: el redescubrimiento de la antigua devoción a Diana, la diosa de la Luna.

La pieza clave en este despertar fue su institutriz, una mujer culta que, lejos de reforzar la fe católica, practicaba en secreto ritos heredados de la Vecchia Religione. Fue ella quien, en una noche de luna llena, reveló a la muchacha los nombres prohibidos y las fórmulas para invocar a Diana, Reina de las Hadas. La joven fue iniciada en el culto pagano, aprendió conjuros y comenzó a venerar a la diosa visible en el cielo nocturno.
De cautiva a peregrina.
La fe recién adquirida tuvo consecuencias fatales. La madre, al descubrir la relación de su hija con un caballero que pretendía casarse con ella, la encerró en una torre y la condenó a un destino cruel: el convento o la muerte. Desesperada, la joven oró a Diana, quien respondió a su súplica. Las puertas se abrieron milagrosamente, y ella logró huir, disfrazada como una peregrina.
Durante su exilio, recorrió aldeas y caminos, enseñando a los campesinos antiguos saberes: curaciones, hechizos y ritos de la Luna. Su sabiduría y su belleza hicieron que la gente comenzara a llamarla La Bella Peregrina. Para muchos, no era una simple mujer, sino una enviada de la Diosa, una santa pagana que devolvía esperanza a los oprimidos.

La ira de los dioses
La fama de la Bella Peregrina llegó hasta su madre, quien, en un acto de fanatismo y odio, la entregó a las autoridades eclesiásticas. Condenada a morir como bruja, fue llevada nuevamente a su hogar, donde pasaría su última noche. Esa noche, bajo la luz de la luna llena, la joven se arrodilló ante el umbral del palacio y pidió a Diana que la salvara.
El viento comenzó a soplar, primero suavemente, luego con furia. En cuestión de minutos, una tempestad sobrenatural arrasó el lugar. El palacio se desplomó bajo la fuerza del huracán, sepultando a todos sus ocupantes, incluidos los inquisidores y la madre de la joven. La Bella Peregrina, intacta entre los escombros, escapó hacia la libertad. Desde entonces, la casa destruida fue conocida como La Casa del Viento.
Más que una leyenda
Este relato no es solo una narración de milagros y venganza divina. En el contexto del Evangelio de Aradia, La Bella Peregrina representa a la mujer que desafía al poder establecido y encuentra fuerza en la divinidad femenina. Su peregrinaje es el camino de quienes transmiten conocimiento prohibido, su milagrosa salvación es símbolo del poder de la Diosa frente a la tiranía de la Inquisición.
En la tradición neopagana, la figura de la Bella Peregrina se confunde con la de Aradia, la hija de Diana que vino al mundo a enseñar las artes de la brujería y liberar a los oprimidos. La Casa del Viento, por su parte, es un recordatorio de que, según el mito, los dioses antiguos aún pueden intervenir cuando sus hijas son perseguidas.
Esta leyenda, rescatada de las montañas toscanas, sigue viva entre quienes honran a la Diosa de la Luna. Su mensaje resuena: ningún poder humano puede silenciar la voz de lo sagrado que habita en la naturaleza y en quienes caminan bajo la protección de los dioses antiguos.

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